jueves, octubre 23, 2008

Un día cualquiera, cuando todo es espera ansiosa de grandes cosas, un abrazo que dura días viene a susurrarme que mire un poco más cerca, acá al ladito, dentro de dos minutos (que es donde se esconden las cosas que más importan, esas mismas que nos acercan tanto a la felicidad o a la idea que nos hacemos de ella).

jueves, marzo 27, 2008

Silvia

"Vaya a saber cómo hubiera podido acabar algo que ni siquiera tenía principio, que se dio en mitad y cesó sin contorno preciso, esfumándose al borde de otra niebla."

(en Último Round)


(nadie lo dice mejor que Julio, y sus palabras insisten en tocarme en el momento justo.)

jueves, agosto 30, 2007

Después de la segunda película de la madrugada me pregunto quién lee estas palabras muertas, y en el momento en que lo pienso me invade la certeza de que esa frase es ajena, que la leí quizás en un Cortázar, pero ya no puedo recordarlo, ya la hice demasiado propia, imposible expulsarla.
Me pregunto si hay alguien que llega a este lugar y lee textos viejos, en gran parte ajenos por la acción del tiempo, y el viento, y siempre las lágrimas.
Me acuerdo de uno de ellos, seguramente catarsis de domingo por la noche; recuerdo por qué necesité escupirlo junto con los gotones que caían de mis ojos, y no puedo evitar pensar que una y otra vez voy a volver a hacerlo propio y presente. Que las palabras que parecían muertas quizás sólo estén catatónicas, y entonces cómo saber cuándo están muertas del todo, cuándo dejar de temer que abran los ojos y se paren una vez más adelante mío. Con toda su soberbia me hablan del eterno retorno y citan algunos autores de nombre difícil; se visten de intelectualidad para decirme algo tan sencillo como que voy a volver siempre al mismo lugar aunque no quiera, aunque no me guste.

jueves, agosto 09, 2007

Después, en el tren

Después, en el tren, en un vagón lleno de jubilados, veo una bolsa que parece de arpillera, con un dibujo raro, que dice "Dumbarton"; ahí dejo el apunte de Cacciari en el asiento de al lado y garabateo



Una bolsa de "Dumbarton" --> ¿lugar en el mapa? ¿Artista? ¿Museo? Descosificación del nombre, del significado. Pasa a ser un dibujo, parte de un objeto (bolsa). Quizás recuerde ciertos olores, paisajes, personas; pero ese es un nuevo Dumbarton, uno que no venía con la bolsa, sino más bien desde o a través de ella.


(con cuánta impunidad uso algunas palabras y/o conceptos)



http://www.geolocalizador.com/ciudad-dumbarton-X3490640.html ¿A cuál de las trece habrá ido?

Mientras camino por Sierras y por Mar del Plata vacía

Mientras camino por Sierras y por Mar del Plata vacía pienso cosas, con más o menos sentido, pero todas se llevan bien con la campera abrigada, el ruido del agua y la cámara de fotos. Y algunas las escribo enseguida, si tengo papel (por lo general, reverso de volante o servilleta de bar) y lapicera a mano



El momento en que la foto me sale al paso, me toma por sorpresa y me desafía con ojos de perro guardián. Yo creo ganar el duelo con cada disparo del obturador; pero siempre sé que sólo podré vestirme de triunfo cuando vea esos mismos ojos en el papel frente a mí, aún desafiantes. Me interrogan, me preguntan si eso es lo que vi, si le gané la batalla a la foto o si me contenté con una burda imitación, con un cowboy de feria y balas de goma.



Capturar, certera palabra para describir el momento de tomar la foto. Ir tras una imagen huidiza, una idea que fácilmente se esconde entre frases de autoayuda y manuales de computación. Es esa persecución la que provoca el placer, tan personal y enorme como difícil es su descripción. El momento no es el disparo, para poder gatillar es necesario haber llegado a lo que se busca. La captura habla de eso, del camino que lleva a la presa; y es ahí cuando me doy cuenta de que los roles siempre estuvieron invertidos, que soy el objeto capturado por la foto, y lo que provoca el placer no es más que esa certeza, la tranquilidad de poder entregarse sin vacilaciones a una imagen, a una frase, a una verdad o a un hermoso cuento.

domingo, diciembre 17, 2006

Hoy el sueño sí viene, pero intento ignorarlo mientras vago por la noche sin salir del departamento en la búsqueda de algo sin nombre, que no sé que es -y por eso es tan difícil acostarse, cuando ni siquiera está la certeza de lo que se busca-.
Hoy tuve algunos regresos. Uno en forma de plaza con calor, otro en un llamado, y otro más vino en un papel fotográfico de mi viejo trabajo, con un párrafo en el anverso que escribí alguna tarde de químicos y señoras con perros pensando que quizás formaría parte de un futuro algo más extenso, más "cuento", más lo que sea. "Todas las cosas lo piensan, desde que me levanto silenciosamente hasta que lavo mi plato y me acuesto de mi lado de la cama. Y los sueños... mejor no pensar en ellos; darles trascendencia significaría reconocer que no me pertenzco." Pero hay tantos meses entre la noche y ese papel escrito con Bic azul que podría haber salido de muchos lugares, de ninguno, de n.
Hoy escribo sin pensar lo que sale de los dedos, con sueño, con no muchos más regresos que lo usual, con Chascomús y corto a un par de días, con preguntas -como siempre, las de siempre o las de sólo hoy-.
Hoy me voy a dormir.

martes, noviembre 07, 2006

Algunas veces, como este fin de semana, las cosas se conjugan mágicamente para crear la imagen perfecta. Hay algo que hace que lo que en un momento son algunas luces, una cámara, un piso con paredes y techo, algo de utilería y algunas personas a ambos lados de la cámara, se organicen sin que lo note y me regalen la belleza hecha beso en unos labios que se suponen fríos (pero no lo están, porque tienen tanta vida como las flores, como los nenes, como el aire y los gritos de "sacame ese calco!" o "silencio por favor!").
Muchas veces está la pregunta, el por qué de todo, de dormir salteado, de correr con poco sentido; pocas veces está la posible respuesta, mucho más silenciosa pero imposible de ignorar en su hermosa grandeza. Es un instante. Un cuadro. Una anciana que mueve lentamente su mano, posa sus dulces labios en una boca maquillada. Dos nenes, tienen las manos entrelazadas y les es difícil mantenerse quietos con los trajes tan incómodos, tan poco ellos. Algunas flores. Y es la imagen más luminosa que vi en mucho tiempo; no soy la única que lo nota, se ve en las miradas que se cruzan y se sonríen colmadas de perfección en forma de beso.

Y estoy feliz porque este fin de semana encontré más de una respuesta. Una mariposa en un dedo, una mano que busca un teléfono; y todo lo que no fue grabado, un departamento en San Isidro, una cocina en Matínez, la caja de una camioneta de noche, desayunos con ojos hinchados y muchos comentarios de "no sé cómo hacen los que trabajan en la misma oficina durante años".

Más de una respuesta, la mayoría compartida. Porque nunca sabemos dónde ni cómo vamos a terminar el día, mucho menos a qué hora; por eso elegimos esto, no dormir, quemarse sólo el costado izquierdo del cuello porque la cámara está en ese lugar y el sol en ese otro, mover pianos, quemarse los dedos, redescubrir la belleza en el interior de un cuadro y en las miradas dentro de una habitación.

lunes, octubre 09, 2006

Otra noche sin sueño

Hace un minuto eran las tres y treinta y tres, y más allá del número triplicado me pregunto por qué será que mi cerebro decide simular el efecto de una inyección de un termo de cafeína cada vez que digo "me voy a dormir ahora". Puede ser que a las once se asomen los bostezos premonitorios de una noche de sueño, pero por mucho o poco que lo intente pasan una, dos, cinco horas, llegan las seis de la mañana y yo sigo dando vueltas por la casa, asomándome a mi pieza y acostándome esperando que esa sea la definitiva, porque ya es tarde y debería dormirme de una vez, pero al rato me desengaño.
El otro día creo que superé mi propio record de dar vueltas en la cama sin tener ni un poco de sueño, creo que por dos horas, hasta que me levanté y me quedé mirando Stuart Little o alguna otra película de esas que sólo somos capaces de mirar de cabo a rabo en madrugadas de insomnio (y en todo caso prefiero al ratón que conduce un auto a medida antes que la baba de caracol o los super-cuchillos-rebana-todo).
Por lo general después de estas noches que llegan casi a la mañana tengo toneladas de sueños de esos que se amontonan por entrar, se superponen y mezclan con el azar o el subconsciente como dj. Sueño ininterrumpido, sólo algunas veces cuando caigo en alguno en el que alguien llora (y ese alguien soy yo, aunque también puedo estar siendo otra al mismo tiempo y mirarme llorar), algunas de esas veces me despierto sin terminar de saber que me desperté y que estoy llorando; no sé si tengo las mejillas mojadas, pero tengo la certeza de que estoy llorando, de que las lágrimas del sueño son muy reales. Pero al mismo tiempo me vuelvo a dormir casi en el acto y sé que esa angustia que probablemente ya no recuerdo y que me hizo despertar llorando desaparecerá del todo un instante después, en este instante en el que sueño que me encuentro un cachorro de labrador que de repente se parece mucho a mi gata aunque todos los demás digan lo contrario, y en ese instante que está un poquito más allá ya estoy ..... acabo de darme cuenta en esos cinco puntos, que en realidad fueron como unos treinta segundos, que no puedo acordarme de ningún otro sueño más que ese, uno de los tantos que tuve anoche, el único que no terminó de esfumarse.
Las tres y cincuenta y cuatro, ya no es un número tan prolijo como el primero, y ahora estoy escribiendo con menos sentido aún que hace veinte minutos. Creo que sólo escribo esto como reemplazo de los miles de pensamientos que cruzarían mi cerebro si me acostara en este momento. Sería una hora como mínimo de pensar cosas que después olvidaría con la llegada de los sueños, que también olvidaría a la noche siguiente, para volver a empezar. Y es lo más parecido a pensar en nada, también lo más antagónico.
Ahora dejo de escribir, porque mañana no puedo levantarme muy tarde y no quiero seguir corriendo mis horas de sueño, tanto desfasaje está empezando a afectar mi humor, y cada vez más seguido me despierto con ojos que creo mojados que se secan al instante siguiente.

Esto me está desesperando. ¿Es vacío? Se siente parecido a eso. No sé.
Y no hay tanta diferencia entre pensar acostada y escribir sentada, en ambos casos es de noche, la luz está apagada y la mañana cada vez más cerca.