lunes, octubre 09, 2006

Otra noche sin sueño

Hace un minuto eran las tres y treinta y tres, y más allá del número triplicado me pregunto por qué será que mi cerebro decide simular el efecto de una inyección de un termo de cafeína cada vez que digo "me voy a dormir ahora". Puede ser que a las once se asomen los bostezos premonitorios de una noche de sueño, pero por mucho o poco que lo intente pasan una, dos, cinco horas, llegan las seis de la mañana y yo sigo dando vueltas por la casa, asomándome a mi pieza y acostándome esperando que esa sea la definitiva, porque ya es tarde y debería dormirme de una vez, pero al rato me desengaño.
El otro día creo que superé mi propio record de dar vueltas en la cama sin tener ni un poco de sueño, creo que por dos horas, hasta que me levanté y me quedé mirando Stuart Little o alguna otra película de esas que sólo somos capaces de mirar de cabo a rabo en madrugadas de insomnio (y en todo caso prefiero al ratón que conduce un auto a medida antes que la baba de caracol o los super-cuchillos-rebana-todo).
Por lo general después de estas noches que llegan casi a la mañana tengo toneladas de sueños de esos que se amontonan por entrar, se superponen y mezclan con el azar o el subconsciente como dj. Sueño ininterrumpido, sólo algunas veces cuando caigo en alguno en el que alguien llora (y ese alguien soy yo, aunque también puedo estar siendo otra al mismo tiempo y mirarme llorar), algunas de esas veces me despierto sin terminar de saber que me desperté y que estoy llorando; no sé si tengo las mejillas mojadas, pero tengo la certeza de que estoy llorando, de que las lágrimas del sueño son muy reales. Pero al mismo tiempo me vuelvo a dormir casi en el acto y sé que esa angustia que probablemente ya no recuerdo y que me hizo despertar llorando desaparecerá del todo un instante después, en este instante en el que sueño que me encuentro un cachorro de labrador que de repente se parece mucho a mi gata aunque todos los demás digan lo contrario, y en ese instante que está un poquito más allá ya estoy ..... acabo de darme cuenta en esos cinco puntos, que en realidad fueron como unos treinta segundos, que no puedo acordarme de ningún otro sueño más que ese, uno de los tantos que tuve anoche, el único que no terminó de esfumarse.
Las tres y cincuenta y cuatro, ya no es un número tan prolijo como el primero, y ahora estoy escribiendo con menos sentido aún que hace veinte minutos. Creo que sólo escribo esto como reemplazo de los miles de pensamientos que cruzarían mi cerebro si me acostara en este momento. Sería una hora como mínimo de pensar cosas que después olvidaría con la llegada de los sueños, que también olvidaría a la noche siguiente, para volver a empezar. Y es lo más parecido a pensar en nada, también lo más antagónico.
Ahora dejo de escribir, porque mañana no puedo levantarme muy tarde y no quiero seguir corriendo mis horas de sueño, tanto desfasaje está empezando a afectar mi humor, y cada vez más seguido me despierto con ojos que creo mojados que se secan al instante siguiente.

Esto me está desesperando. ¿Es vacío? Se siente parecido a eso. No sé.
Y no hay tanta diferencia entre pensar acostada y escribir sentada, en ambos casos es de noche, la luz está apagada y la mañana cada vez más cerca.

martes, octubre 03, 2006

De casualidades y esquinas

¿Qué es la casualidad (o la ilusión de)?
¿Es caminar por cualquier calle, cruzar una plaza, y sin notarlo mirar hacia la esquina pensando que algún día ese señor con paraguas deje de ser señor con paraguas para ser él?
Meses y años pueden pasar. Quizás un día sin haberlo previsto suba al colectivo o entre al bar en el que esté él; un momento en el que ya sólo quedará la parte buena de los recuerdos y renacerán las preguntas, las ganas de saber del otro. ¿Qué libros leyó? ¿Qué películas miró? ¿Qué viajes vivió?
Eso quizás sea lo que queda, porque muchísimas cosas siguen pasando, pero de vez en cuando reaparecen, no como pasado, si no como el futuro que vino después de eso, que ahora quizás ya sea presente. Presente en el que el señor de paraguas es la esquina en la que quizás aparezcas para que hablemos de la actualización de nuestros días. En cualquier banco, en cualquier calle.


Muchas veces casualidad suena muy parecido a curiosidad.