viernes, abril 07, 2006

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(domingo, mis dedos vacilan y aceleran en el teclado, toman la palabra, la descomponen)

triste triste triste
sangre seca en la nariz derecha
mocos, no tengo pañuelo al alcance de la mano
moretón en pierna?
no sé, me duele la espalda, los hombros
el cuello la mente el alma
alma
alma
alma
extraño
de extrañar, también de desconocido
no sé, no lo conozco
una semana
y más tiempo todavía
y nada, ni una palabra que me haga pensar que tiene ganas de estar conmigo
la costumbre no tiene que ganarnos a los dos meses
eso pasa más tarde
al año
o más
o nunca
el agua que debería ser insípida tiene gusto feo
la comida tiene gusto feo, y el domingo tiene gusto horrible
sueño, suciedad, dolor, tristeza, extrañeza
evasivas


quiero llorar al menos, volver a esos llantos eternos y en la cama, con almohada y ya sin pensar, porque las lágrimas barren todo
pero no, todo se queda en una tristeza en los párpados, en las cejas, en los dedos, en todos lados
en el teléfono silencioso también, hasta el ventilador desparrama tristeza y vuela las hojas tristes
quiero bañarme y limpiar todo, pero no puedo ir hasta allá y hacer todo lo que requiere la ducha
no quiero hacer nada, pero no quiero nada de lo que está acá
trabajo tampoco, pero ya 23:49, a las 9:10 empiezo de nuevo, y termino a las 18, y corro a imprimir
para estar en la facultad y de nuevo intentar hacer algo
y no puedo nada
no quiero nada
y él sigue ahí, está, siempre está pero no
paso un vida sin tener eso que todos tienen por todos lados
querer a alguien es lo mismo que perderlo


(viernes, otro día, pero el mismo, el eterno retorno me atormenta)

y la puta vida me dijo “no love for you”, ni hoy ni nunca. La “amiga” del mundo, la que acumula amor, cariño, besos, abrazos y caricias, y me rebalsan, pero no hay quien los pida, quien los desee, quien los busque. No hay ni un “hola amor”, lo hubo una vez, y así terminé, envidiando el amor del que lo decía, del que lo dice a otra. Mis manos vacías llevan sólo mi tristeza y mi soledad, siempre fue así, siempre yo separada de todo y todos. Y cada remota vez que me animo a querer a alguien no hacen más que confirmarme mi naturaleza, mi posición en el mundo de isla a la fuerza. Ni siquiera hay palabras, ni llanto desgarrador, todo permanece en mi pecho y a lo largo de todo mi cuerpo, bien adentro para seguir desgastándome, una vez más, sin esperanzas. Sola, con el recuerdo de alguien a quien quiero todavía, a quien hubiera deseado amar y quien hubiera deseado que me amara. Haber deseado encontrar sus besos junto a mi cuerpo noche tras noche, deseo sin respuesta, deseo solitario. Sola y sin nadie que “ande para encontrarme”, con mucho dolor silencioso por creer en este momento, que es la eternidad, que sólo me esperan días, noches, de vagar por puentes en los que sólo puedo encontrar paraguas rotos. Por hermoso que sea verlos navegar en el río, en esta eternidad siento que mis dos ojos están infinitamente solos, que ningún paraguas ni hoja seca ni reflejo pueden completarlos. Y que los puentes nunca separaron tanto como ahora.