jueves, agosto 30, 2007

Después de la segunda película de la madrugada me pregunto quién lee estas palabras muertas, y en el momento en que lo pienso me invade la certeza de que esa frase es ajena, que la leí quizás en un Cortázar, pero ya no puedo recordarlo, ya la hice demasiado propia, imposible expulsarla.
Me pregunto si hay alguien que llega a este lugar y lee textos viejos, en gran parte ajenos por la acción del tiempo, y el viento, y siempre las lágrimas.
Me acuerdo de uno de ellos, seguramente catarsis de domingo por la noche; recuerdo por qué necesité escupirlo junto con los gotones que caían de mis ojos, y no puedo evitar pensar que una y otra vez voy a volver a hacerlo propio y presente. Que las palabras que parecían muertas quizás sólo estén catatónicas, y entonces cómo saber cuándo están muertas del todo, cuándo dejar de temer que abran los ojos y se paren una vez más adelante mío. Con toda su soberbia me hablan del eterno retorno y citan algunos autores de nombre difícil; se visten de intelectualidad para decirme algo tan sencillo como que voy a volver siempre al mismo lugar aunque no quiera, aunque no me guste.

1 comentario:

Manuel Garrido dijo...

" Pedí tan poco a la vida y ese mismo poco la vida me lo negó. un haz de parte del sol, un campo próximo, un poco de sosiego con un poco de pan, no pesarme mucho el saber que existo, y no exigir nada de los otros ni ellos nada de mí. esto mismo me fue negado, como quien niega la limosna no por falta de buena alma, sino por tener que desabrocharse la chaqueta. Escribo, triste, en mi cuarto tranquilo, solo como siempre yo he estado, solo como siempre estaré. y pienso si mi voz, aparentemente tan poca cosa, no encarna la sustancia de millares de voces, el hambre de decirse de millares de vidas, la paciencia de millones de almas sometidas como la mía al destino cotidiano, al sueño inútil, a la esperanza sin vestigios. en estos momentos mi corazón late más alto por mi conciencia de él. vivo más porque vivo mayor. Siento en mi persona una fuerza religiosa, una especie de oración, un símil de clamor. pero mi reacción contra mi desciende desde mi inteligencia... me veo en el cuarto piso de la rua dos douradores, me ayudo con sueño; miro, sobre el papel medio escrito, la vida sana sin belleza y el cigarro barato que apurándolo extiendo sobre el secante viejo. ¡yo, aquí, en este cuarto piso, interpelando a la vida!, ¡diciendo lo que las almas sienten!, ¡haciendo prosa como los genios y los célebres! ¡yo, aquí, así...! "

Bernardo Soares (Fernando Pessoa)